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MI ALMA ESTÁ APEGADA A TI



Hoy nos corresponde leer el Salmo 63, una canción del rey David a Dios. Digo nos corresponde, porque de alguna manera vamos estableciendo cierto orden para leer las Sagradas Escrituras cada mañana. Es un tiempo en el cual nos dedicamos a la oración y la meditación. Mi compañía es mi esposo, juntos derramamos nuestro corazón delante de Dios, por las madres, los hijos, los hermanos; en fin, toda la familia y también los amigos queridos. Además, nuestro amado país, que nos duele tanto y este mundo que cada día nos sorprende con más injusticias.


Escucho atentamente la dulce voz de mi esposo. Un verso capta mi atención con mayor énfasis, lo repito: “Mi alma está apegada a Ti, tu diestra me ha sostenido”. Se convierte en un toque de Dios. Como otras veces, al leer las palabras forman imágenes en mi mente. Me imagino caminando, tomada de la mano derecha de Jesús. Las lágrimas corren profusamente por mis mejillas, mi corazón se estremece, un inmenso sentimiento me inunda, mientras repito una y otra vez: _Tu diestra me ha sostenido, nos ha sostenido. Mi esposo y yo hemos caminado juntos a través del dolor de la enfermedad de su hermano, de mi hermana, nuestros hermanos. Después de 34 años de casados y una profunda amistad entre ambas familias, somos hermanos los unos de los otros.


Si hay algo que todos los seres humanos tenemos por seguro en esta Tierra es la aflicción. Estamos expuestos a toda clase de sufrimientos; unos que vienen con la vida, otros que creamos con nuestro egoísmo. La ciencia sigue lidiando con la cura de enfermedades que cercenan vidas hermosas. Muchos de los tratamientos desarrollados hasta ahora producen resultados asombrosos; otros, parecen causar peores males que la misma enfermedad. Al vivir esta difícil y dolorosa experiencia, sentimos que el dolor de un ser amado, se convierte en una carga más pesada, en un dolor más lacerante que el sufrimiento propio.


En medio de esta reflexión es inevitable recordar a papá, la grandeza de su fe, su entusiasmo por la vida. ¿Qué me diría en estos momentos? Agradezco a Dios por su legado. Haber crecido en un hogar en el que Dios fue el fundamento es una bendición de la que siempre estaré agradecida. Pero la vida tiene su ciclo y papá lo completó de una manera extraordinaria. Partió de este mundo a su hogar celestial casi a los 99 años. Y ahora, nosotros debemos asumir esos lugares vacíos que nuestros viejos han dejado. Aunque ante este dolor quisiera ser una niña que pudiera acurrucarse en los brazos de papá.


Repito de nuevo: “Mi alma está apegada a Ti. Tu diestra me ha sostenido”. Y agrego: _No me sueltes de tu mano Dios mío. Dame tu gracia para ser instrumento de tu amor, para consolar, para servir, para bendecir. Después de estas palabras, mi oración es el silencio. Mi conversación con Dios se convierte en esa expresión inenarrable del alma, que mil palabras profundas y hermosas no podrían describir.


La enfermedad nos da una nueva perspectiva de la vida. Entendemos que todos podemos ser asaltados por esas noticias que nunca hemos esperado; entendemos la vulnerabilidad del ser humano. Valoramos cada momento, vivimos el presente como un regalo infinito, porque el futuro es demasiado incierto y el avance de la enfermedad lo hace parecer muy corto en el tiempo. Y sobretodo esto, la enfermedad nos  desprende del apego al mundo, nos permite vislumbrar con más expectativas la vida después de la vida. Anhelar el consuelo que supone.


Un hermano es un tesoro de la vida. Los lazos que nos unen son tan fuertes como el estruendo de las muchas aguas; me recuerdan al Salto Angel con su despliegue de grandeza, imponente, majestuoso. La amistad con mi hermana está llena de luz. Como su nombre, la luz tierna de la aurora, la que disipa las tinieblas de la noche. Se me ocurre también que se parece a un lienzo de Pedro Angel González, revelando nuestro Avila. Es el producto de la mezcla de muchas experiencias compartidas; así como la mezcla de todos los colores en la paleta del pintor, donde cada color expresa su luz. Es como un paisaje de la belleza del océano en el pincel de Vazquez Brito. Es como el amor en la pluma del poeta, como el sonido del piano del más talentoso músico. ¡Es una composición de la vida!


Solo espero poder llegar al nivel  de su fe, de su estoicismo, de la grandeza de su alma que se entrega al amor de Dios. 


Tengo el corazón roto.


“Mi alma está apegada a Ti. Tu diestra me sostiene”. Salmo 63:8.


Rosalía Moros de Borregales.

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