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LA PACIENCIA QUE ALCANZA.



Muchas veces en el ejercicio de la traducción el lograr encontrar en otra lengua, la correspondencia a una palabra precisa que exprese plenamente el significado, es una labor que requiere más que la técnica de traducción, la pericia de conocer los laberintos del significado. En la traducción del Nuevo Testamento del griego al español existen una cantidad de vocablos cuya traducción no expresa la profundidad que posee en su idioma origen. Al meditar sobre las virtudes de la fe cristiana expresadas en las Sagradas Escrituras encuentro que la paciencia es una virtud entendida de una manera muy limitada en la actualidad porque desconocemos su significado original; pues, desde nuestra concepción actual, la paciencia expresa casi desesperación en la larga espera o resignación, esa aceptación dolorosa de lo que se vive que anida en nuestro corazón resentimiento y amargura. No obstante, la perspectiva cristiana de esta virtud proviene del vocablo griego hupomone (ὑπομονή).


La concepción neo-testamentaria va más allá de saber esperar lo que se desea, o de soportar algo calladamente. La palabra usada en el griego para paciencia, Hupomone, es traducida también, según su contexto, como resistencia o perseverancia. Esta palabra describe la fuerza interior que nace de una relación de comunión con nuestro Creador. Aquel que ha gustado de la bondad del Señor en su vida es capaz de mirar más allá de las circunstancias, reconoce la omnipotencia de Dios, no tiene la actitud de tristeza profunda de quien se resigna, sino la actitud de la esperanza mostrada en un espíritu luchador que vive la adversidad como el que siempre ve la luz al final del túnel.


Lo más inspirador del significado de este vocablo griego usado tantas veces por el apóstol Pablo es que constituye el fundamento de toda acción de justicia. Porque la paciencia no se apresura a juzgar a priori, no se deja llevar por las primeras impresiones sino pacientemente investiga, inquiere, pondera, examinando con cuidado cada asunto y espera el lugar y el tiempo preciso. También, la paciencia según el significado de Hupomone permite al ser humano practicar la paz donde hay guerra, mantener la calma en medio de la tormenta, confiar al ser víctima de un complot. El que tiene paciencia valora a sus semejantes a través del sacrificio de Cristo en la cruz; es decir, ve en cada persona la posibilidad que hay en su ser interior mediante la redención y restauración. 


Cuando practicamos Hupomone se produce en nosotros la certeza de la autonomía de Dios sobre nuestras vidas, confiamos que su voluntad se lleva a cabo en nosotros. Además, entendemos que los acontecimientos que suceden en el mundo no le son ajenos; nos da la convicción de que los ojos del Señor están sobre la tierra, que El sabe todo, examina todo y, en su tiempo, actúa con justicia. Cuando alguien ha desarrollado la virtud de hupomone ni la violencia del hombre, ni los poderes del mal pueden contra esta persona; su coraje está fundamentado no en su propia fuerza sino en la fuerza de su fe en Dios.


Sin duda, el primero que mostró esta virtud fue Jesús cuando caminaba las polvorientas calles de Galilea. Al ser interpelado por los fariseos siempre tuvo una respuesta cabal para expresar su razón, más nunca propició la guerra. Al darle respuesta a Anás, una de las autoridades religiosas de la época, un soldado le propinó una bofetada a lo que Jesús le respondió: _ Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; pero si bien, ¿por qué me golpeas? Más tarde, cuando Pilatos le increpa, reconoce que es Dios quien le ha dado esa autoridad al gobernador romano de Judea: 

_ Ninguna autoridad tendrías contra mí si no te fuere dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene.


Así, cuando nuestra valía está fundamentada en quién somos para Dios y no en el concepto en el cual los hombres puedan circunscribirnos, hupomone se hace palpable en nuestro carácter. Podemos resistir al mal sin ser vencidos por él. Podemos perseverar en sembrar la semilla del bien porque no viene de nosotros sino de Dios en nosotros. Podemos tener la certeza de que nuestra paciencia está fundada en la confianza de hijos que esperan lo mejor de su Padre.


Sin lugar a dudas, en el mundo podremos ser sometidos a toda clase de circunstancias que nos quieran empujar a correr a los brazos del desaliento y la turbación; pero, la paciencia es también sabia, sabe que el proceso de esperar el cambio externo, produce en nosotros un ser humano cada vez más virtuoso y excelso. Porque en cada proceso vívido con paciencia, en hupomone, Dios está haciendo su obra de transformación, como lo expresa de una manera hermosa el predicador en el libro de Eclesiastés en la Biblia: 


“Así como tu no sabes cuál es el camino del viento ni cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así también ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas”. (11:5)


¡Esta es la paciencia que alcanza!


Rosalía Moros de Borregales

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