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Dos mujeres extraordinarias.



Recientemente celebramos el día de las madres, aunque a las madres les debemos la expresión de nuestro amor cada día. Pensando en ese ser fundamental en la vida de cada uno, recordé a dos madres extraordinarias con quienes tenemos una gran deuda. Ellas representan la grandeza de la mujer, de una mujer rendida a la voluntad de Dios.


Cuentan las Sagradas Escrituras de una pareja que anhelaba tener un hijo, pero ella era estéril. El era un sacerdote, su nombre Zacarías y ella Elisabet. La Biblia se refiere a esta pareja de esta manera: “Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor”. Descripción suficiente para comprender el grado de compromiso de Zacarías y Elisabet con Dios. 


Zacarías y Elisabet oraban constantemente a Dios, rogándole por un hijo; pero ya eran de edad avanzada y aún su oración no había sido contestada. Un día, estando Zacarías en el ejercicio de su sacerdocio en el templo, se le apareció un ángel, del lado derecho del altar. Y cuando Zacarías lo vio se turbó en gran manera y sintió temor. Entonces el ángel le dijo: “Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. 


Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”.


No nos extraña que Zacarías hubiera tenido temor frente a tal criatura. Sin embargo, las palabras a continuación, nos hacen pensar que el mensaje del ángel, tan claro, un mensaje que le habló sobre la petición que él y Elisabet llevaban constantemente ante el Señor, le permitió vencer el temor y entonces le contestó al ángel. ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.


Entonces el ángel le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas. Y debido a la duda de Zacarías ante las palabras del ángel y como prueba de la divinidad del enviado, quedó mudo desde ese día hasta que vio al hijo prometido. ¿Cuántas veces perdemos la fe y nos olvidamos de nuestras propias oraciones, solo por el hecho de no haber sido respondidas en nuestro tiempo? Dios conoce nuestros corazones. Conoce nuestro futuro y tiene un tiempo para la respuesta a cada oración.


Continua la historia revelándonos que efectivamente Elisabet concibió y su corazón estaba agradecido al Señor porque había quitado su afrenta delante de los hombres. Verdaderamente una afrenta en esa cultura el no poder concebir hijos. Y Elisabet se recluyó en su casa. Quizá porque estaba cuidándose en extremo, o quizá porque estaba dedicada a las cosas de Dios. No sabemos exactamente por qué dice la Biblia que ella se recluyó, pero indudablemente que este embarazo trajo a la vida de Elisabet una renovación de su fe; la llenó de alegría, cambió su llanto en gozo y su afrenta en victoria.


Me conmueve pensar en Elisabet… Todas las lágrimas que debe haber derramado delante de Dios en la espera de quedar embarazada. Puedo imaginar lo que debe afectar a una mujer el no poder llevar en sus entrañas el fruto de su amor con su esposo. El renunciar a ese anhelo intrínseco de la mujer de dar a luz la vida, a la esencia misma de ser mujer. Pero ella, indudablemente, había pasado por todo esto sin perder su fe en Dios, sin perder su amor por el Altísimo.


Elisabet es un ejemplo precioso de la fe. Fue una mujer que rindió su corazón a Dios y cuyo amor por El estuvo por encima de su anhelo más profundo. Una mujer que convirtió lo ordinario de su vida, la vergüenza que significaba el ser estéril, en una alabanza para Dios. Me imagino en esos pequeños pueblos donde todos sus habitantes saben unos de otros. Cuántas veces habrá sentido las miradas penetrantes de mujeres chismosas y malvadas, criticándola, burlándose de ella… Pero Elisabet supo caminar en integridad todos los días de su vida. No cayó en la tentación de devolver mal por mal sino que se dedicó a cumplir los mandamientos y ordenanzas del Señor.


Cuando Elisabet tenía ya seis meses de embarazo, el ángel Gabriel tuvo otra misión que cumplir, esta vez no fue con Elisabet y Zacarías pero si dentro de la misma familia.

El ángel fue a la casa de María, la prima de Elisabet, en una ciudad de Galilea llamada Nazaret. María era una joven virgen que estaba comprometida con un varón llamado José. Como era la costumbre en el pueblo judío la unión de María y José ya había sido acordada por sus padres. Y ellos estaban de novios, esperando el tiempo de la Boda, para la consumación de su matrimonio.


Y entrando el ángel en donde estaba María le dijo: !!Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Aunque Lucas y los otros evangelistas no nos hablan mucho sobre María, me encanta pensar en ella, en su corazón, en su amor tan grande por el Altísimo, el cual, sin duda, hizo que sus ojos se posaron sobre ella para hacerla la madre del Salvador. Como toda la gente realmente humilde, no comprendió el saludo del ángel. Por supuesto, ella no se sentía más bendita que todas las demás mujeres. Pero, en el Cielo tenían un concepto mucho más elevado de ella, de lo que ella siquiera podía imaginar.


Entonces, cuando María vio al ángel Gabriel, se turbó por sus palabras, y pensó en lo extraño del saludo. Pero el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. ¡Que belleza! ¡Qué gloria hallar gracia delante de Dios! Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.


Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Ella era la prometida de José, ambos estaban bajo ese compromiso, guardándose el uno para el otro, para el tiempo señalado y ese tiempo aún no había llegado.


Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Palabras que leemos una y otra vez sin comprender a profundidad la trascendencia de ellas. Al ser visitada por el Espíritu Santo y cubierta por la sombra del poder del Altísimo, María concebiría a Jesús; por lo tanto, ese Santo Ser en su vientre sería llamado Hijo de Dios.


Es increíble darse cuenta de la manera en que suceden las cosas en el Cielo, donde se cumple la voluntad de Dios, sin las restricciones de nuestro libre albedrío. Y ellos, los ángeles, en el Cielo, se gozan cuando aquí en la Tierra se cumple el Padre Nuestro y se hace la voluntad de Dios así como se hace allá arriba. Todo, porque hay gente como estas dos extraordinarias mujeres que con su entrega hallan gracia delante de Sus ojos y son escogidas para tener hijos que bendicen a la humanidad.


Gabriel le cuenta a María acerca de su prima Elisabet: “He aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios”. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Era la respuesta que Gabriel estaba esperando. Entonces, se fue de su presencia. Ya había cumplido su misión, ya había visto con sus ojos y escuchado con sus oídos como se hace la voluntad de Dios cuando sus hijos le dicen SI a su llamado.


Cuánto nos cuesta renunciar a nosotros para darle cabida a Dios. Obstinadamente nos empeñamos en hacer nuestra propia voluntad. Sin duda que el Si de María le trajo grandes bendiciones. Sin duda, también le trajo grandes sufrimientos; pero, María tuvo la perspectiva divina en sus ojos. Como había dicho el Salmista muchos años atrás Mejor es un día en la casa de Dios, que mil lejos de su presencia. Ella fue y siempre será la bendita entre todas las mujeres.


Y como la gente se une por sus valores, María no pudo evitar salir corriendo a la casa de su prima Elisabet. Y cuando llego a la casa de ésta, la saludó y al saludarla, dicen las escrituras que la criatura saltó en el vientre de Elisabet, así como saltan los bebés en nuestro vientre cuando escuchan una voz conocida, o tan solo por el hecho de unirse a las emociones y sentimientos de su madre. Y en ese mismo instante, Elisabet fue llena del Espíritu Santo. 


Y después de ese precioso saludo de María que no conocemos en palabras, pero que entendemos el poderoso efecto que tuvo en Elisabet, al exclamar a gran voz: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.


Elisabet tuvo la revelación por el Espíritu Santo que María era la madre del tan anhelado Mesías de todo Israel. Elisabet confirma con sus palabras las que el ángel Gabriel ya había dicho: ¡Bendita tú entre las mujeres! Y añade: ¡Y bendito el fruto de tu vientre! Un momento sublime, un momento en el que de seguro todos los ángeles alabaron a Dios porque en la Tierra se estaba cumpliendo Su voluntad.


Luego de las palabras de Elisabet, María, una vez más se rinde a la voluntad de Dios. Además, me imagino que su corazón no podía albergar tanta gratitud al ver que todo lo que el ángel le había hablado acerca de Elisabet era verdad. Entonces María dijo ese cántico que nos penetra en el alma, y nos revela lo que Dios hace con los que le aman:


“Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso, Santo es su nombre, y su misericordia es de generación en generación a los que le temen. Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes”…

Y se quedó María con Elisabet como tres meses y luego se volvió a su casa.


¿Pueden ustedes imaginarse las conversaciones entre Elisabet y María? Dos mujeres cumpliendo en sus vidas el propósito de Dios; dos mujeres llenas del Espíritu Santo; dos mujeres que juntas adoraron a Dios con su fe, con su Si; dos mujeres que cargaban en sus vientres a los escogidos de Dios. Dos madres como no hay otras dos.

Dos mujeres extraordinarias.




Rosalía Moros de Borregales.

rosymoros@gmail.com

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Comentarios

Anónimo dijo…
Bellisimo...Felicitaciones a mi QUERIDA PROF. ROSALIA MOROS DE BORREGALES.. Muy emotivo, también me conmovió y se me hizo nudo en la garganta. Al escuchar la historia me identifique, ya que no podía tener hijos y con mucha fè, le pedía a DIOS todos los días, hasta que me mando a mi hijo SAMUEL (al igual que Juan).

Que divino es escuchar a esa hermosa mujer..

"FELICITACIONES MI PROFE. BELLA"

Y BIEN VALE LA PENA SEGUIR ESCUCHÁNDOLA... La ternura de su voz, nutre mi existencia... La quiero mucho.

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