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El Cristo velato.


El Cristo velato.

Hace un tiempo, en la ciudad italiana de Nápoles, conocimos una peculiar capilla de la que un amigo oriundo de esta vibrante ciudad, con gran pasión nos había hablado. Entre los cientos de pequeños vehículos estacionados en cualquier rincón, las motos que van y vienen por la vía, la gente que toma café sentada en mesitas que ocupan las aceras, los transeúntes y, los turistas caminamos un poco aturdidos preguntando aquí y allá. De repente, al doblar en una esquina a la derecha nos encontramos con San Severo, la capilla está un poco escondida, se encuentra en una de esas estrechas callecitas tan pintorescas de este lugar. A diferencia de la gran suntuosidad de la mayoría de las iglesias italianas, ésta luce muy sencilla. Al entrar nos encontramos con la gran escultura de Giuseppe Sanmartino conocida como el Cristo con velo expuesta en el centro de la capilla.

Se trata de una figura de mármol que representa a nuestro Señor Jesucristo luego de su muerte, cubierto con un fino velo hasta los pies, tendido sobre una especie de colchón con la cabeza apoyada sobre dos almohadas. Está considerada como una obra maestra de la escultura italiana del siglo XVIII (1753), lo cual compruebo al pararme frente a ella. Como se trata de una escultura acostada se nos brinda la oportunidad de observarla recorriéndola en un giro de 360 grados. A medida que la observo me siento envuelta en una profunda emoción. Son tantos los detalles que el artista logró plasmar en el mármol que pareciera que me transporto a un pasaje bíblico del libro de Isaías que profetiza el sufrimiento de Jesús de Nazaret en la cruz.

La emoción que me embarga me nubla los ojos, mi corazón se acelera, trato de controlarme, no quiero perderme ningún detalle. Voy observando cada parte de su cuerpo, primero su rostro recostado sobre el lado derecho, sus ojos cerrados con la expresión de calma después del sufrimiento. No puedo evitarlo, ahora las lágrimas corren por mis mejillas. El finísimo velo adherido a sus costillas nos revela una profunda exhalación, el último aliento antes de entregar su vida. Realmente me estremezco; mis ojos se posan asombrados sobre las manos, la del brazo derecho estirado a lo largo del tronco y la del brazo izquierdo tocando la cadera muestran los agujeros de los clavos que las unían al madero en la crucifixión. Es un momento muy íntimo de mi fe, sé que solo estoy viendo una escultura, pero es una imagen que me hace revivir las escrituras que mis ojos han recorrido tantas veces. ¡Verdaderamente una imagen vale más que mil palabras!

Ahora, sus rodillas ligeramente arqueadas en la misma posición que permitieron en la cruz juntar los pies para penetrarlos con los clavos, los cuales también pueden verse a un lado, excelentemente esculpidos, junto con la corona de espinas y hasta unas tenazas con las que pudieron haber sido extraídos luego de bajar al Señor de la cruz. A lo largo de todo el cuerpo pueden observarse los pliegues de la delicada tela que deja ver cada detalle de los músculos y el recorrido de las venas que se ven a través de la piel. Mi mirada se detiene en los pies, tan reales que me sumen en una conmoción más profunda aun. La figura no se encuentra en la cruz, pero nos relata toda la historia de lo que en la cruz sucedió. Me quedo allí por un rato, sumergida en un inmenso silencio vuelvo a detallar la escultura y me doy cuenta que este maravilloso artista ha logrado plasmar en su obra magistral el fundamento de la fe cristiana. Al rato abandono la capilla de San Severo sintiéndome profundamente agradecida por esta experiencia. Pensando en la cruz, pensando en aquel que fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados...

Hoy, la imagen del Cristo con velo viene a mi mente y vuelvo a pensar en la cruz, en el gran amor demostrado en ella. 
Hoy, al recordar la crucifixión de nuestro Señor, le pido que quite el velo de nuestros ojos y podamos encontrarnos cara a cara con ese Cristo que entregó su vida por nosotros. 

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.”
‭‭Isaías‬ ‭53:4-6‬ ‭RVR1960‬‬

Rosalía Moros de Borregales.
rosymoros@gmail.com
Instagram & Facebook: @letras_con_corazon



Comentarios

Maria dijo…
Que manera tan emocionante y que llega al alma de expresar tanto amor por nuestro Señor.
Gracias por compartir tan hermoso momento.

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