SUEÑOS ROTOS
Se miró en el espejo detenidamente,
buscando en su propia mirada el dolor que por tanto tiempo había estado
posponiendo, así como si se tratara de cualquier asunto del quehacer diario.
Entonces, leyó en su propia mirada historias de sueños rotos, historias que
permanecían escritas, como viejas epístolas, en las hojas amarillentas de su
alma. Una a una, cada historia, de cada sueño roto era narrada en su interior,
en el silencio de ese momento de revelación. Las lágrimas comenzaron a brotar
profusamente desde la cascada contenida en su corazón luchador. Recorrieron
todo el camino, se asomaron por las ventanas de su alma, bajaron por sus
mejillas, acariciando su rostro y continuaron descendiendo hasta volver de
nuevo, ya descansadas, al corazón.
El camino recorrido por cada lágrima
significó un camino de liberación, como si cada una representara un eslabón
roto de la cadena del dolor. Como un rayo de la luz de la aurora que se asoma
muy temprano, la comprensión le habló en forma de susurro e iluminó su rostro,
antes ensombrecido por la tristeza. Como si se tratara de magia, aquel momento trajo
consigo sanidad, la sanidad divina de la verdad, de la transparencia del ‘soy’
interior que muchas veces se viste de colores y usa mascaras alegres donde esconderse.
Recordó aquellas palabras: Dios ama la verdad en lo íntimo, y en lo secreto de
nuestro encuentro con El, nos hace comprender sabiduría de vida.
Los sueños rotos causan grandes heridas,
los sueños que se rompen una y otra vez causan fatigan al alma; la tientan a
sucumbir ante la inminente llamada de la tristeza. Y a veces es bueno sentarse
a conversar con esta señora, porque en su presencia el alma se revela como un
libro con sus páginas abiertas. Solo que, como tantas cosas en la vida, no es
bueno prolongarlas porque su efecto se hace contrario. Pero aquellos que tienen
muchos sueños rotos, es porque se han atrevido a volver a levantarse después de
recoger los pedazos, para emprender de nuevo el mismo sueño u otro más grande.
Aquellos que tienen muchos sueños rotos, son luchadores, son almas grandes;
pues los cobardes no sueñan para protegerse de las caídas de las alturas de los
sueños.
Por eso, el reino de los cielos solo lo
arrebatan los valientes. Y allí frente al espejo, enjugándose las lágrimas,
volvió a fijar su mirada en sus propios ojos, descubriendo que ya no estaba
empañada por la decepción, sino que era una mirada diáfana; así, como la de un
bebé con el alma como una hoja en blanco de luz. Recordó tantas caídas a lo
largo del camino, recordó tantas puertas cerradas, tantas sonrisas apagadas,
tantas flores marchitas, tantos besos indiferentes. Buscó en su piel, pensando
que se semejaba a su alma, y en ella encontró cicatrices de heridas que otrora
habían sangrado. Como tantas cicatrices en su alma que solo ella conoce, porque
ante los ojos de otros aparecen como preciosas virtudes, como palabras suaves,
como sonrisas tiernas, como miradas infinitas.
La vida se va forjando de pequeñas
batallas que se libran a diario. El camino en la consecución de los sueños es
semejante a escalar una gran montaña. Aún lo escaladores más entrenados van
conquistando diferentes estaciones o campamentos en el trayecto. Es necesario
trazar una estrategia, ejercitarse día a día, cubrir todos los detalles que hacen
el camino menos arduo, siempre tener un plan B y estar dispuestos a intentarlo
varias veces. Los verdaderos sueños se convierten en un proceso de vida más que
en meros logros transitorios. Los sueños más grandes, no son solo esos que
luego se llaman éxito, los grandes sueños son aquellos en los que tu alma se
ejercita día a día para conquistarlos. Cuando somos capaces de mirar al Cielo
con esperanza y continuar el camino con la certeza que Aquel que vela por
nuestras almas, siempre tejerá dentro de nosotros otro sueño con los pedazos
rotos.
“Solo es capaz de realizar los sueños el
que, cuando llega la hora, sabe estar despierto”. León Daudí.
Rosalía Moros de Borregales.
Twitter: @RosaliaMorosB
Instagram: @letras_con_corazón
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