¿A DÓNDE NOS IREMOS?
¿A
quién iremos?
En la búsqueda incansable del ser humano a lo largo de
su vida una de las interrogantes más inquietantes que se suscita en el corazón
se refiere al porvenir. ¿Qué nos deparará el futuro? ¿Qué haremos? ¿A
dónde iremos? ¿A quién iremos? Todos, de una u otra forma sentimos en nuestro
interior esa callada angustia por lo desconocido. Todos anhelamos encontrar a
alguien que marque directrices claras que nos conduzcan a un seguro mañana. A
veces, nos sentimos esperanzados, con ánimo nos esforzamos por hacer lo que nos
corresponde; en otras ocasiones, nos sentimos atrapados en medio de la
oscuridad que nos rodea, la cual va horadando nuestra confianza, nublando
nuestro horizonte.
Los fundamentos de nuestra sociedad se encuentran
arruinados, estamos tambaleando, a punto de ser estremecidos hasta lo más
profundo por el desplome de todas las instituciones que deberían haber
garantizado nuestros derechos, velado por nuestras vidas. No fueron otros los
que causaron esta destrucción, fuimos nosotros. ¡Todos nosotros! Porque todos
como miembros de un cuerpo tenemos responsabilidades, todos tenemos deberes que
cumplir, todos hemos sido dotados con diferentes talentos para hacer nuestro
aporte a nuestro hogar, a nuestra comunidad, a nuestra ciudad, a nuestra
nación.
Obstinadamente hemos persistido en una actitud de
soberbia, con arrogancia pensamos, unos y otros, que tenemos la razón. Mientras
tanto, nuestra nación se derrumba frente a nuestros ojos; tenemos el corazón y
las manos vacías para los jóvenes que esperan por un país que los acobije, que
les brinde seguridad, que cuide su salud y les de las luces que son de primera
necesidad, como lo expresó nuestro Simón Bolívar. Hemos manchado la inocencia
de nuestros niños con el despiadado odio que ha crecido como mala hierba en
nuestro suelo; hemos insultado a nuestros ancianos negándoles el lugar de honor
que se merecen en nuestra sociedad. Lamentablemente, nos hemos desviado como
nación, cada quien ha buscado sus propios intereses. Nuestro caminar ha estado
lleno de quebrantos y desventuras. La paz se extravió de nuestro camino, no nos
hemos encontrado con ella porque no hay temor de Dios delante de nuestros ojos.
El apóstol Pablo en su epístola a los Romanos nos
explica que en medio de un mundo dominado por el mal ningún ser humano puede
justificarse delante de Dios; de la misma manera, nos enseña que la justicia de
Dios se ha manifestado al mundo por medio de la fe en Jesucristo; ya que no hay
diferencia entre unos y otros, por cuanto todos, de una u otra forma hemos
pecado, todos hemos sido destituidos de la gloria de Dios. Ahora bien, así como
todos, por nuestros propios medios no podemos ser justos; todos podemos ser
justificados gratuitamente por medio de la gracia de Dios, mediante la
redención que es en Cristo Jesús.
¡Dios ha provisto el Camino para llegar a El! Al venir
a Dios tenemos paz unos con otros, su luz disipa las tinieblas, su amor llena
nuestros corazones y determina nuestro proceder; su sabiduría se convierte en
el fundamento de nuestra vida, de nuestras instituciones y, por ende, de
nuestra nación. Aunque muchos consideren este planteamiento como una locura,
cada uno individualmente y todos, como nación, necesitamos volver a Dios. Ya el
apóstol Pablo nos advertía en la primera epístola a los Corintios (1:18) que el
mensaje de la cruz era considerado una locura o estupidez por muchos; sin
embargo, para aquellos que hemos gustado del amor y la luz de Dios la cruz de
Cristo es nuestra Salvación.
Cuando Jesús enseñaba a sus discípulos les decía que
las palabras que El les hablaba eran espíritu y vida; sin embargo, muchos
consideraron que sus palabras eran duras de oír y de poner en práctica. Por
esta razón, dice la Biblia, que muchos de los que le seguían volvieron atrás y
ya no andaban más con El. Entonces, Jesús les preguntó a los doce: ¿Queréis
acaso iros también vosotros? (Juan 6:60-69). Mi deseo convertido en oración es
que al igual que Simón Pedro, al escuchar el llamado de Dios, tu y yo podamos
responderle: - Señor ¿A quién iremos? ¡Tu tienes palabras de vida eterna! Y
nosotros hemos creído y conocemos que tu eres el Cristo, el hijo del Dios
viviente.
¡A ti iremos, Señor! ¡A tus brazos nos iremos!
Rosalía Moros de Borregales
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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