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Las tres O del cristiano


Hace pocos días tuve la visita muy placentera de un amigo a quien le debo mucho. Él ha sido una de las personas más influyentes en mi vida, después de papá fue la persona que despertó en mí ese gran amor por las Sagradas Escrituras.  Estar un rato a su lado es conocer cada vez un poco más de lo que Dios quiere para nosotros. Es sentir como ese libro pesado, extraño, a veces inentendible que conocemos como la Biblia se convierte en luz y sabiduría para nuestras vidas. La lección que esta vez me dio este amigo del alma se resume en el título de este artículo que hoy deseo compartir con ustedes.
Se refiere a tres acciones que debe tomar el cristiano para crecer en el conocimiento de Dios. Son tres verbos que a lo largo de la Palabra tuvieron especial importancia en la vida de aquellos que llegaron a tener una verdadera relación de amistad con el Creador. Se trata de las tres O del cristiano: O de Orar, O de Oír y O de Obedecer. Sin duda, una regla mnemotécnica que bien pudiera convertirse en los pasos a seguir en cada circunstancia en la que esperamos actuar bajo la guía de la mano de Dios.
En primer lugar, la O de orar nos señala que no hay comunión con Dios si no transitamos el camino de la oración. Todos los grandes personajes cuyas vidas han sido descritas en la Biblia fueron hombres y mujeres de oración. La expresión de sus corazones al Señor se convirtió en algunos casos en cánticos de alabanza y en otros en un clamor del alma, pero en todos los casos, fue una expresión de la dependencia del ser humano de su Hacedor.
Acercamos a Dios a través de la oración es una demostración de nuestra humildad, es el reconocimiento de nuestra insuficiencia, al mismo tiempo que de Su suficiencia. El solo hecho de dirigirnos a Él con una oración aprendida, o con la expresión espontánea de nuestro corazón es invitarlo a involucrarse en nuestras vidas, es aceptar su plan para nosotros. La oración debe convertirse en una disciplina espiritual diaria en la vida de cada creyente. Lamentablemente muchos de los que nos llamamos cristianos solo oramos cuando nos encontramos en circunstancias adversas. En algunas ocasiones he dicho que si los cristianos oráramos con la constancia y el fervor de los musulmanes el mundo sería diferente.
En segundo lugar, tenemos la O de Oír, lo que nos lleva a la sencilla regla que nos enseñaron desde niños sobre la norma del buen oyente. Una vez que hemos hablado con Dios debemos esperar su respuesta, debemos poner nuestro oído atento a su voz; la respuesta de Dios puede venir a nosotros de las más variadas maneras. ¡Él es el Creador del Universo! Él siempre encuentra una manera particular de contestarnos, solo que muchas veces actuamos con Dios como lo hacemos con nuestros semejantes a quienes les hablamos y hablamos, pero no escuchamos. Por esa razón, debemos afinar el oído de nuestro corazón; me refiero a la manera como podemos percibirlo. Algunas veces su voz es fuerte, como lo describe el salmista David, como el estruendo de las muchas aguas; en otras ocasiones su voz es suave y apacible como el silbido a través del cual le habló al profeta Elías.
Y por último, pero no menos importante, la tercera O nos indica la Obediencia. Extraviamos nuestro camino sencillamente porque nuestra naturaleza es ser testarudos, porque tendemos constantemente a hacer las cosas como queremos y no como debemos. Somos indulgentes con nosotros mismos en muchas formas y de maneras en las que no lo aceptaríamos de otros. En el obedecer se encuentra el secreto de una vida plena en el camino de Dios. Muchas veces, aun sabiendo exactamente lo que Dios demanda de nosotros decidimos hacer nuestra voluntad y, de esta manera, nos alejamos de las bendiciones que Él tiene diseñadas para cada uno.
Orar, oír y obedecer, sin duda, fundamentos de una vida de comunión con Dios.

Rosalía Moros de Borregales.
rosymoros@gmail.com
Twitter:RosaliaMorosB
Instagram: @letras_con_corazón

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