¿QUÉ QUIERES QUE TE HAGA?
¿QUÉ QUIERES QUE TE HAGA?
Vivimos en un mundo lleno de situaciones que nos hacen pensar y cambiar constantemente nuestros deseos. Un día pareciera que estamos seguros de lo que queremos y al día siguiente es como si lo que anhelamos se hubiera desvanecido mientras dormimos. En otras ocasiones cuando anhelamos algo y lo logramos, por un poco de tiempo nos sentimos llenos, pero pronto nos embarga una sensación de vacío, hasta el punto que muchas veces nos sentimos como si realmente no hubiéramos logrado nada. ¡Pareciera que nuestras almas son insaciables!
Vamos por un camino en el cual se nos ofrece una
gran diversidad de experiencias atractivas, las cuales prometen hacernos
mejores, tanto física como emocional y a veces intelectualmente. Es como una
escalera con un número incontable de escalones. Cuando vas en uno, eres forzado
al siguiente, y así sucesivamente sin que sepas donde termina. Solo, que muchas
veces esta escalera no va en ascenso sino en descenso.
Desafortunadamente, muchos nunca se hacen conscientes
de esta caída lenta, sino hasta que ya están demasiado hundidos para levantarse
por si mismos. Otros jamás notan que han caído, es su estado natural. Y aún,
hay quienes con mejor discernimiento, van en busca de algo que los sacie, que
los haga felices, pero de una felicidad duradera, para pronto encontrar que el
vacío es lo único que llena sus vidas.
¿Realmente, sabemos qué es lo que queremos?
¿Sabemos acaso, dónde está la fuente de provisión de nuestros deseos y anhelos
más profundos? ¿Sabemos dónde encontrar ese preciado tesoro que no hallamos en
el mundo? ¿Sabemos cómo encontrarlo? ¿Sabemos a quién tenemos que acudir en
busca de él?
Hay un pasaje en la Biblia que nos relata la
historia de un hombre ciego llamado Bartimeo (Marcos 10:46-52). Dice la Biblia
que este hombre estaba sentado junto al camino mendigando. Suponemos que en sus
oscuros andares había escuchado de Jesús, pues al oír que la multitud era a
causa de él (Jesús), comenzó a gritar: ¡Jesús, hijo de David, ten misericordia
de mí! Muchos de los que estaban allí, intentaron callarlo, pero Bartimeo
gritaba mucho más fuerte: ¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí!
Entonces Jesús al escucharlo, se detuvo y mandó a que
lo trajeran a él, y alguno de los que estaban allí, lo tomó y le dijo: ¡Ten
confianza! ¡Jesús te llama! Vino pues Bartimeo ante Jesús, y Jesús le preguntó:
¿Qué quieres que te haga? Entonces Bartimeo, absolutamente seguro de lo que
quería, le respondió: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo. ¡Vete, tu
fe te ha salvado! La historia termina diciendo que al instante recobró la vista
y seguía a Jesús por el camino.
Creo firmemente que tu y yo podemos ser ese Bartimeo,
quizás no necesitamos recobrar nuestra vista física. ¿Pero estamos viendo
con los ojos de nuestra alma? ¿O acaso nuestra vista esta nublada? Bartimeo,
sabía claramente cual era su necesidad, y cuando pidió del Señor misericordia,
sabía exactamente que era lo que quería. Cuando Jesús le preguntó: ¿Qué quieres
que te haga? Bartimeo respondió sin vacilar: Maestro, que recobre la vista.
Maravillosamente, él tuvo lo que quería, porque él sabía lo que quería y sabía
a quien pedírselo. El sabía quien era la fuente, y cuando la encontró no dejó
pasar esa oportunidad, y desde el fondo de su ser lo gritó y lo pidió.
La Biblia nos dice que el reino de los cielos lo
arrebatan los valientes. Y vaya que fue valiente este hombre llamado Bartimeo.
Se imaginan todo el esfuerzo que tuvo que haber hecho para ser tomado en cuenta
en un lugar donde había una multitud y él estaba mendigando. Seguramente,
Bartimeo ya estaba acostumbrado a ser rechazado, pero sin embargo, como sabía
que se trataba de Jesús, y sabía que Jesús era la fuente, entonces no dejó
pasar su oportunidad.
Pienso y creo que Dios es un Padre que siempre
nos espera con los brazos abiertos. Pienso que vivimos tiempos difíciles, no
solo en nuestra nación, sino en el mundo entero. Pero son tiempos en los cuales
el llamado de Dios está vigente. Solo aquellos quienes tengan la valentía de
reconocer en Dios la fuente que saciará la sed de sus almas insatisfechas, no
dejarán pasar la oportunidad. Solo aquellos quienes saben que teniendo a Dios
lo tienen todo y que sin El no tienen nada, lo buscarán entre la multitud, para
oir su voz que nos pregunta hoy, como le preguntó a Bartimeo: ¿Qué
quieres que te haga? Ojalá que tu y yo no vacilemos en contestar: ¡Maestro, que
recuperemos la vista!
Rosalía Moros de Borregales.
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