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¿A QUIEN IREMOS?



            Estamos viviendo momentos convulsionados en la historia del mundo y en particular de nuestro país. Momentos llenos de odio que han generado una violencia, desconocida hasta ahora, por muchos de los venezolanos quienes tuvimos la gracia de nacer en democracia. Nos sentimos tristes, desolados, frustrados, impotentes y amargados. Buscamos desesperadamente una salida, alguien que  nos dé una respuesta, que nos diga hacia dónde ir.
            El ser humano es un estratega por naturaleza. Desde los tiempos más remotos, los hombres han diseñado planes para llevar a cabo sus obras, para conquistar nuevas tierras, para establecer nuevos órdenes, etc., pero al mismo tiempo siempre hemos tenido ese sentimiento ineludible de querer adelantarnos al futuro, ese deseo angustioso de saber que nos deparará el día de mañana.
 ¿Acaso con solo tener este inmenso deseo dentro de nosotros, hemos logrado vislumbrar los hechos que acontecerán en nuestras vidas, o en nuestro país? ¿Acaso por más planes que hemos hecho, hemos logrado conquistar nuestro futuro de la manera que lo anhelamos? Creo sinceramente que nuestros esfuerzos han sido infructuosos. Creo que en nuestro afán de hacer planes, encontrar líderes y establecer estrategias, hemos perdido de alguna manera el rumbo, lo hemos perdido individualmente, y consecuentemente lo hemos perdido como nación.
            Muchos van detrás de hombres que ellos mismos endiosan, algunos se erigen a si mismos como sus propios dioses, otros ven con normalidad el creer y confiar en los astros más que en el Dios que los creó, y otros corren presurosos detrás de la maldad; maquinando sin cesar para matar, robar y destruir. Nos hemos equivocado, hemos puesto los ojos en el poder y el dinero; el conocimiento nos ha envanecido y hemos sobreestimado nuestras vidas, considerándonos más valiosos que nuestros iguales.
            Pero la historia es buena para enseñarnos que aún los imperios que llegaron a ser más grandes y ricos, también cayeron en medio de su gloria; y nos ilustra con ejemplos en los que tan alto fue el orgullo, tan profunda fue la caída. Como los griegos o el imperio romano que un día fueron esplendorosos como la belleza de una rosa que en un instante nos sorprende y mañana inexorablemente esta marchita.
            Nos ha llegado el tiempo de volver nuestros corazones a Dios. El tiempo de hacernos individualmente responsables por nuestras vidas. El  tiempo de escuchar su voz que nos llama. Sin Dios somos insuficientes para lograr la justicia que tanto anhelamos, sin Dios estamos perdidos en este mundo convulsionado.
 Cuando Jesucristo enseñaba a sus discípulos, dice la Biblia que algunos se volvieron atrás y ya no andaban con él, entonces Jesús les preguntó a los que quedaban: “¿quieren acaso ustedes irse también? Y Pedro le contestó: Señor ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tu eres el Cristo, el hijo del Dios viviente”.
Al igual que Pedro, elevo mi mirada a los Cielos y desde el fondo de mi corazón le digo hoy: Señor ¿A quién iremos? Y su voz tan fuerte como el estruendo de las muchas aguas y tan dulce como un silbido apacible, me responde: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. (Mateo 11:28).

Rosalía Moros de Borregales

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